Esta ha sido la tercera vez que, por invitación, asistía al MIPIM1, probablemente la feria internacional del sector inmobiliario más importante de Europa, en la que, entre otras cosas, se presentan los proyectos inmobiliarios más novedosos del mundo.
De aquella primera visita recuerdo como, el acrónimo ESG2, empezaba tímidamente a abrirse camino entre los distintos panels del congreso. Tres años más tarde apenas encontrabas algún stand, algún ponente, que no incorporase Ese concepto entre los objetivos perseguidos o entre los compromisos enunciados. Desde aquel 2022, la incorporación de criterios vinculados al paradigma ESG se ha visto acelerada ganando protagonismo e interés por parte de casi todos los actores vinculados. Ha pasado de ser un planteamiento residual, solo incorporado seriamente por algunos fondos o promotores con ascendencia anglosajonas o escandinava, a ser un compromiso interiorizado e incorporado en muchos de los grandes proyectos inmobiliarios del mundo occidental.
En el mercado español, siguen siendo pocos, a nuestro entender, los que de una manera decidida, comprometida y audaz están dando pasos en esa dirección. Es cierto que, en estos tres últimos años, el número de edificios certificados ha aumentado sensiblemente, con crecimientos anuales por encima de los dos dígitos, pero sobre la producción total, el porcentaje de metros cuadrados certificados sigue siendo aún muy bajo y sobre los proyectos de rehabilitación, autentica palanca de transformación del impacto medioambiental generado, mucho menor.
Por el contrario, observamos cómo la gran mayoría de inversores anglosajones, escandinavos y centroeuropeos muestran proyectos cada vez más audaces y ambiciosos, y que esta tendencia se extiende, con más convicción de la que imaginábamos, en zonas del Mediterráneo oriental y en los mercados emergentes de Oriente Medio, en especial Arabia Saudita y Omán.
En paralelo a la iniciativa inversora, el nuevo marco regulatorio avanza, lento, a veces temeroso, pero avanza. El parlamento europeo acaba de aprobar la revisión de la EPBD3 y con ella el anuncio de la entrada en vigor de los meps4 en 2028, y este pasado mes de febrero se acaba de aprobar también la directiva 2023/0085, conocida como anti green Washing directive que tratará de evitar la falta de rigor y el uso de ciertas falsedades que confundan al mercado a la hora de entender qué se le esta ofreciendo; y en España, hace unos días, el Ministerio anunciaba la entrada en vigor de un nuevo código técnico de la edificación para 2026 con la promesa de integrar criterios de sostenibilidad ambiciosos.
La regulación es palanca de cambio pero no tanto de generación de valor en tanto que igualará por abajo todos los nuevos proyectos, solo los más ambiciosos se convertirán en activos relevantes y diferenciales frente a sus coetáneos. Los inversores que quieran generar valor diferencial deberán superar las exigencias legales y trascender y elevar sus proyectos a niveles de compromiso ambiental más alto.
La sostenibilidad, en cualquiera de sus tres ejes de impacto, ha dejado de ser moda o tendencia para ser normativa para unos y oportunidad para otros.
Ricard Santamaria
Director de H.A.U.S. HEALTHY BUILDINGS SL